miércoles, 13 de febrero de 2008

Tenorio, tiene un 1 por copiarse

Hoy al mediodía estaba mirando la edición electrónica del diario de mayor tirada del país, y me llamó la atención el título de un artículo, más precisamente el de tapa de su suplemento económico.

El título en cuestión decía: "
Todo lo que se pueda copiar ya no se va a poder vender (El fin de la venta de canciones y películas como modelo de negocio)". Y la nota en realidad era una entrevista al fundador de la revista sobre tecnología "Wired", Kevin Kelly.

Me enganché a leer la entrevista ya que trataba sobre uno de mis temas favoritos, el del copyright, la piratería y esas cosas. Y en la misma, el mencionado escritor decía entre otras cosas que la industria de lo "copiable" debía direccionarse hacia atributos personalizables, como por ejemplo "una copia remasterizada para que suene perfecto en tu living", y delirios por el estilo.
Bah, hoy digo delirios, pero bien sabemos que mañana bien podría estar hablando de realidades, al paso que avanza la tecnología.

La cuestión, para no aburrirlos con mis peroratas acerca del derecho de autor y la legalidad o ilegalidad del intercambio de bienes culturales, es que me puse a pensar en algunas obras de arte sobre las cuales no hay "derechos reservados", pero que a nadie se le podría ocurrir hacer pasar una copia de las mismas como original (excepto algunos criminales de guante blanco). Me refiero, por ejemplo, a La Gioconda, al David de Donatello, a la Capilla Sixtina, a la Maja Desnuda, al Pensador de Rodin, etc. O sea, sí, en cualquier casa de decoración más o menos elegante uno puede comprarse una Venus de Milo a escala para poner en una mesita del living, pero no seríamos tan dementes como para decirles a las visitas que es la verdadera. Ni tratar de convencer a la señorita que queremos seducir de que hicimos un esfuercito y le compramos al Museo Británico la máscara de Tutankamón que puede observarse colgada de la pared del distribuidor. La chica podrá ser muy naïf, pero dudo que se trague ese sapo por mucho amor que nos tenga.

Entonces, la conclusión, si es necesaria alguna, es que las artes plásticas le llevan a la música, la literatura y el cine, una soberbia ventaja: la de ser irreproducible. Podrá ser falsificable, y uno sabrá a lo que se expone si le tratan de vender El Nacimiento de Venus en un portal de ventas por Internet cualquiera. Pero no es reproducible, al menos no con la similitud que tiene al oído un archivo MP3 con respecto al CD que venden en las disquerías. Las reproducciones de pinturas y esculturas son infinitamente más burdas y no buscan ser demasiado fieles a la obra original.

Eso sí, los pintores y escultores se mueren de hambre tratando de vender sus creaciones. Pero una vez que los artistas pasan a mejor vida, las obras salen más caras que un portaaviones.

Nada, era eso, eran sólo las ganas de escribir algo.
Tal vez el próximo post sea mejor,
Johann Tenorio

lunes, 4 de febrero de 2008

Te amo, te odio, dame más

Sépanlo, señores: a menos de 4 meses de las últimas elecciones, y sin necesidad de observar el curso político-económico del nuevo-viejo gobierno, estoy plenamente feliz por haber votado a quien voté. O mejor dicho, por no haber votado a quien no voté, y particularmente a un simpático ex-ministro de economía que nos acaba de brindar una nueva lección de borocotismo. Avanzado, diría. Ni el mismo Borocotó lo habría hecho mejor.

Amigos son los amigosAhora bien, hay que reconocer que el plan es decididamente genial. Gestado durante la propia salida del ex-ministro del Palacio de Hacienda. Desarrollado durante la campaña presidencial en donde el tipo la fue de opositor, incluso hasta infiltrándose en el partido político de más historia en el país (¿se acuerdan cuando el radicalismo era ejemplo de vocación cívica y valores democráticos?). Realizado, en apariencia, con los casi 4 millones de votos que logró este monigote. Y culminado, ahora sí en serio, con el panquecazo con el que me encontré en la primera plana del diario de ayer domingo. Brillante por donde se lo mire.

O mejor dicho, sería brillante si no fuera por lo aterrorizador. Desde la época del menemato que no se veía una demostración tan demoledora del término "suma del poder público", e incluso me da la impresión de que ésta va más lejos que la de los '90. Veamos:
mayoría absoluta en una de las cámaras y quórum propio en la otra.
corte suprema elegida por el gobierno anterior, que es lo mismo que decir el actual.
consejo de la magistratura (el organismo que regula entre otras cosas la elección de jueces) con mayoría oficialista, luego de una fantochada que pretendió ser un debate.
miembros del partido gobernante infiltrados, sin demasiado disimulo, en las filas de la escasa oposición (no me vengan a decir que los Rodríguez Saá, De Narváez y P. Bullrich son opositores, porque queda feo que me les ría en la cara).
sindicalismo que no sólo no defiende los intereses de los trabajadores, sino que trabaja abiertamente en favor del oficialismo y sus amigos (incluso con sus históricos medios patoteriles).
del INdEC mejor ni hablar.
medios de información sumisos y obedientes, cuanto menos.

¿Quién se opone a esta gente?
¿Quién podrá decir algo si mañana nos desayunamos con la noticia de que a la presidenta se la ha nombrado "Cristina I, emperatriz de las Provincias Unidas del Río de La Plata"?

La voluntad popular se ha expresado una vez más, consagrando como es costumbre a quien les ofrece pan y Tinelli y se hacen los ofendidos de manera grotesca cuando se menciona a las valijas de Antonini.
Mientras tanto, la inflación incontrolable, la inseguridad despiadada, el déficit educacional (por no mencionar el analfabetismo), el aberrante estado sanitario y otros cientos de ejemplos de injusticia social lisa y llana, a nadie le importan (y mucho menos al Gobierno). Eso sí, que no nos toquen los ahorros, porque ahí sí que tenemos las cacerolas listas y dispuestas.

Es así nomás, estamos condenados al éxito. Eso sí, habría que preguntar a qué llaman "éxito", a ver si todavía resulta que el fracaso es menos insalubre.

Johann Tenorio