lunes, 26 de noviembre de 2012

El "antikakismo"

El término es obviamente un invento mío, que pretende describir una postura bastante repetida en los últimos años.
La vemos muy habitualmente en encabezados de mails, en actualizaciones de Facebook, en comentarios de Twitter, en videos de You Tube. Casi no hay ámbito en el ciberespacio donde no tengamos múltiples ejemplos de estas conductas.


Trataré de describirlo en palabras: se trata de una manera de expresar el desacuerdo con las políticas del oficialismo, con los funcionarios del Gobierno en general y con la Presidente de la Nación en particular, de manera despectiva y agraviante. Se utiliza para ello una diversidad de insultos de mayor o menor calibre, reemplazando en la mayoría de los casos la aparición de la letra “C” cuando precede a vocal (o en algunos casos la “Q”) por la letra “K”, la letra maldita que en los últimos años se transformó, como la svástica para el nazismo, en el símbolo del kirchnerismo.
Para abreviar, a modo de ejemplo, les tiro uno que me llegó en el encabezado de un mail de hace unos días: “MALPARIDA KK”.
O por ejemplo, esta otra sutileza muchas veces vista, “YEGUA KONCHUDA”. O también puede ser algún comentario referido a los “KORRUPTOS” del Gobierno. O puede usarse como sustantivo colectivo cuando se dirige a la “LAKRA OFICIALISTA”. En fin, para muestra, con todos estos botones basta y sobra.

Este lenguaje que nos recuerda a la dialéctica punk de hace un par de décadas atrás, podría ser muy divertido, si no fuese por un par de factores.

Veamos. No hace mucho tuvimos la oportunidad de escuchar a la Presidente, en una de sus habituales filípicas en cadena nacional, referirse a los medios opositores como integrando una “cadena del odio y el desánimo”, en contraposición a los nobles motivos que animan al Gobierno y sus seguidores, que según ella conforman algo así como una “cadena del amor”. Más allá de que no veo mucho amor en la mayoría de las declaraciones de Luis D’Elía o Hebe de Bonafini, sólo por citar un par de sus referentes, está claro que el relato que pretenden instaurar se basa en ese tipo de ridiculeces. Y aunque nos parezca ridículo, en muchas mentes argentinas surte el efecto deseado: ellos son los “buenos” y los “amorosos”, mientras que el resto somos los “malvados” que estamos “llenos de odio y rencor”.
Ustedes ríanse, pero el tema es que esta pavada les está funcionando de maravillas.
Y como los más avispados ya se habrán imaginado, cuando hablamos de la YEGUA KONCHUDA, no hacemos más que darles argumentos que sostienen ese discurso. Se la estamos dejando servida en bandeja, claro que sí. Si no te diste cuenta aún cómo funciona, después no te extrañes cuando ves un escrutinio que dice que ganaron con el 54%.
¿Esto queremos para reemplazar a los Kirchner?
Ya que hablamos del 54%, estaría bueno que antes de hacer algún comentario acerca de la LAKRA OFICIALISTA nos pegáramos un baño de realidad y dediquemos unos segundos a ese numerito: 54%. Nunca nos olvidemos que ante cualquier crítica, nos van a refregar ese 54% por las narices, y bien merecido que lo vamos a tener. Ese 54% les otorga un barniz de legitimidad a todos sus planteos, nos guste o no, y esto es por la sencilla razón que, al menos hasta que vuelva a haber una elección presidencial, los que imponen las reglas del juego son ellos.
¿Por qué? Porque cuando nos dieron la oportunidad de votar otra cosa, no lo hicimos. Nos quedamos en casa, o metimos un dibujo de Homero Simpson en el sobre, o directamente preferimos votar al oficialismo por la comodidad de que la cosa en el fondo no anda tan mal. Igualito que en 1995. ¿Se acuerdan?
Si nos duele ese 54%, la cosa es simple. Hay que convencernos, y convencer a todos, de que el año que viene hay que votar otra cosa.

Bueno, claro, pero para eso, primero tiene que aparecer esa “otra cosa”. E imaginemos esta escena. Tenemos ante nosotros a un kirchnerista medio arrepentido, que está dudando entre seguir votando al oficialismo o empezar a buscar alternativas. Buenísimo, decimos. Uno más para la causa, pensamos. Y lo primero que hacemos es reenviarle una cadena de mails que tiene el encabezado “MALPARIDA KK”.
No sé ustedes, pero si yo fuera ese kirchnerista dubitativo, de un solo golpe se me acaban todas las dudas. Me vuelvo corriendo a pedirle al puntero más cercano la boleta del FpV para el año que viene.

Ya lo sabemos, pero ¿suma?
Por último, y para ser sinceros, lo que me parece más importante, es que en lo personal ya estoy harto de esa actitud idiota de que “el que piensa distinto es mi enemigo”. Una de las cosas que más me jode de este Gobierno es, como han dicho varios, la grieta social que pretenden abrir entre adherentes a la causa y opositores a ella. Todo aquel que tiene una opinión diferente, debería ser escarnecido y humillado en público, y si es posible a través de todos los medios de difusión.

Posiblemente, ésta sea una de las peores presidencias desde 1810 hasta la fecha. Discrepo con la mayoría de sus decisiones políticas, e incluso desconfío de las acciones con las que teóricamente estoy de acuerdo. Quería tener a las autoridades del Proceso en la cárcel, quería que las jubilaciones sean manejadas por el Estado, quería que también el agua, YPF y Aerolíneas fueran estatales, y lo único que conseguimos es que los derechos humanos fueran una bandera vacía de contenido real, que la ANSSES esté vacía y los jubilados vean sus haberes devorados por la inflación, que no haya agua corriente a 10 km. de la General Paz (ni hablar del interior del país), que la nafta nacional se parezca cada vez más al kerosene, y que se estén invirtiendo más de 10 millones de pesos diarios del dinero de los argentinos en pagarles los sueldos a los dirigentes más ineptos que alguna vez hayan manejado una aerolínea de bandera.
Pero si hay algo que no quiero, es que si el FpV llegase a perder en las presidenciales del 2015, al día siguiente salgamos a poner posters de funcionarios de este gobierno (o periodistas afines) en las calles, y llevemos a nuestros niños a decirles "Escupile al Kirchnerista". Quiero que se los investigue, se los lleve a juicio y, si resultan culpables, que vayan a prisión, que se incauten sus bienes mal habidos y que se los inhabilite de por vida para volver a ejercer un cargo público.

Si criticamos sus métodos, no usemos los mismos. Probemos con otros, a ver si nos va mejor de una buena vez.
Johann Tenorio

viernes, 9 de noviembre de 2012

#8N Yo Fui

Ayer fue la segunda vez en que participé de una movilización pública. Sí, aunque no sea coherente con tanta verborragia política vertida aquí y en otros ámbitos, lo mío nunca fue la participación en ese tipo de eventos.
La primera fue en el 2001. Terminó mal, con gases y corridas, como era todo en aquellos tiempos. Me encontré de repente en Plaza de Mayo, a las dos de la mañana, solo, en ojotas y sin una moneda para volver a mi casa. Al menos puedo alegar que mi escasa experiencia en marchas tuvo un leve tinte heroico. (?)

En fin, con ese ínfimo antecedente, esta vez me preparé un poco mejor y al menos me llevé la billetera con una SubtePass adentro.
Y una cámara de fotos. Detalle no menor, ya que al menos esta vez no iba a tener que andar googleando imágenes ajenas para ilustrar la entrada.


Pobrecita la Justicia, solita y esperando
Si bien arranqué desde la oficina y tuve que pasar casi obligadamente por el Obelisco, mi primer destino no fue la Plaza de la República sino Plaza Libertad, donde tuve el enorme placer de conocer a Mr. Bugman y Relato del Presente, dos bloggers de esos que uno se enorgullece en seguir y entrar diariamente a ver si hay algo nuevo en sus páginas.
Si bien no hubo oportunidad de conversar largo y tendido, ya que al poco rato los perdí de vista entre la multitud, puedo arriesgarme decir que de nuestros breves intercambios quedó algo así como un vínculo intelectual que, desde mi lado al menos, parece tener bastante futuro. Siempre digo que no soy soldado de nadie, pero con esos tipos soy capaz de ir a la guerra.

Marchando frente al Colón
Cuando pasó por allí una columna bastante grande de gente que venía del lado de Avenida Santa Fe, arrancamos ahí sí por 9 de Julio hacia el lugar de la convocatoria, el Obelisco. Por supuesto, estábamos cerca, así que llegamos en unos minutos.

Más allá del mote de "caceroludos" acuñado por el oficialismo (ingenioso, hay que reconocer), lo cierto es que había muy pocas cacerolas. Se vieron varios bombos y redoblantes como elementos percusivos, y predominaban distintos tipos de cornetas que a decir verdad, molestaban bastante. Pero por supuesto, no se trataba de una Marcha del Silencio (por más que motivos no habrían faltado), la onda era meter ruido aunque más no sea haciendo palmas, así que lo mejor era disfrutar del barullo de la gente.

Hablemos brevemente de la gente. Como era previsible, viniendo junto con la columna del lado de Santa Fe, los que marchaban a mi lado eran predominantemente de clase media alta como mínimo. Pero al llegar a Plaza de la República, el público ya era mucho más heterogéneo. Y la columna que llegaba por Corrientes era decididamente de clase media.
Espero que les alcance con este pequeño resumen, porque a decir verdad, el clasismo me repugna y me resulta totalmente irrelevante si el que marchaba al lado mío tenía más o menos plata que yo. Todos, sin excepción, eran gente. Punto y aparte.

Además, cualquier enfoque clasista queda absolutamente descolocado cuando la gente que supuestamente más tiene, la que según algunos era la que estaba ahí manifestándose, llevaba en muchos casos carteles pidiendo que se termine de una buena vez el saqueo de recursos destinados a los sectores más desprotegidos.

Consigna golpista si las hay (?)
Bien, como decía, llegué enseguida a la Plaza. Y aquí sí quiero explayarme sobre un punto, que fue lo que más me llamó la atención de todo el evento.
Si bien ya se sabía de antemano que las consignas iban a ser "no a esto", "basta de lo otro" y todo en esa tesitura, lo llamativo era que el ambiente en general no era de bronca o de beligerancia. De hecho, la sensación que se respiraba era de fiesta, por insólito que suene.
No sé bien a qué atribuir esa sensación, que por supuesto es subjetiva pero no creo estar muy lejos de la realidad que se vivía en esos momentos. Lo cierto es que la gente marchaba, más allá del hastío implícito en las pancartas que llevaban, con una sonrisa en el rostro.
Quizás sea porque muchos marchaban junto a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo o de la vida. Tal vez sea porque se sabía que éramos muchos, muchísimos. A lo mejor era porque estaba claro que se compartía, más allá de la demanda puntual de cada uno, una idea de país más o menos similar.
O, posiblemente, lo que pasó fue que empezó a levantar vuelo una pequeña esperanza de que algunas cosas cambien. De que volvamos a ser, si es que alguna vez lo fuimos, todos del mismo palo pintado de celeste y blanco, y nada más.

La marcha de los globos
No me quedé mucho rato, el día había sido largo e intenso. A eso de las 20:30 emprendí el regreso al hogar.
Cuando llegué, miré un rato la caja boba. Pero muy poco, y con la única intención de observar algunas imágenes de otros lugares donde también había habido concentraciones, y de ir escuchando algunos números respecto a las convocatorias. No me sorprendió la información de que sumando la cantidad de gente movilizada a nivel país, se estaba superando el millón de personas.
Lo que no quise fue oír opiniones, ni de un lado ni del otro del mostrador. No me interesaba escuchar las sarasas habituales de Pato Bullrich, Vicky Donda o Luis D'Elía.

Gente. Sólo gente. Y mucha.
Lo importante de ese día, para mí, fue esa sensación que mencioné arriba, de fiesta, de alegría, de esperanza, de respeto, de paz y de unidad. Y por añadidura, de haber participado fugazmente de un hecho que probablemente haya sido histórico.
Ojalá.
Johann Tenorio