viernes, 9 de noviembre de 2012

#8N Yo Fui

Ayer fue la segunda vez en que participé de una movilización pública. Sí, aunque no sea coherente con tanta verborragia política vertida aquí y en otros ámbitos, lo mío nunca fue la participación en ese tipo de eventos.
La primera fue en el 2001. Terminó mal, con gases y corridas, como era todo en aquellos tiempos. Me encontré de repente en Plaza de Mayo, a las dos de la mañana, solo, en ojotas y sin una moneda para volver a mi casa. Al menos puedo alegar que mi escasa experiencia en marchas tuvo un leve tinte heroico. (?)

En fin, con ese ínfimo antecedente, esta vez me preparé un poco mejor y al menos me llevé la billetera con una SubtePass adentro.
Y una cámara de fotos. Detalle no menor, ya que al menos esta vez no iba a tener que andar googleando imágenes ajenas para ilustrar la entrada.


Pobrecita la Justicia, solita y esperando
Si bien arranqué desde la oficina y tuve que pasar casi obligadamente por el Obelisco, mi primer destino no fue la Plaza de la República sino Plaza Libertad, donde tuve el enorme placer de conocer a Mr. Bugman y Relato del Presente, dos bloggers de esos que uno se enorgullece en seguir y entrar diariamente a ver si hay algo nuevo en sus páginas.
Si bien no hubo oportunidad de conversar largo y tendido, ya que al poco rato los perdí de vista entre la multitud, puedo arriesgarme decir que de nuestros breves intercambios quedó algo así como un vínculo intelectual que, desde mi lado al menos, parece tener bastante futuro. Siempre digo que no soy soldado de nadie, pero con esos tipos soy capaz de ir a la guerra.

Marchando frente al Colón
Cuando pasó por allí una columna bastante grande de gente que venía del lado de Avenida Santa Fe, arrancamos ahí sí por 9 de Julio hacia el lugar de la convocatoria, el Obelisco. Por supuesto, estábamos cerca, así que llegamos en unos minutos.

Más allá del mote de "caceroludos" acuñado por el oficialismo (ingenioso, hay que reconocer), lo cierto es que había muy pocas cacerolas. Se vieron varios bombos y redoblantes como elementos percusivos, y predominaban distintos tipos de cornetas que a decir verdad, molestaban bastante. Pero por supuesto, no se trataba de una Marcha del Silencio (por más que motivos no habrían faltado), la onda era meter ruido aunque más no sea haciendo palmas, así que lo mejor era disfrutar del barullo de la gente.

Hablemos brevemente de la gente. Como era previsible, viniendo junto con la columna del lado de Santa Fe, los que marchaban a mi lado eran predominantemente de clase media alta como mínimo. Pero al llegar a Plaza de la República, el público ya era mucho más heterogéneo. Y la columna que llegaba por Corrientes era decididamente de clase media.
Espero que les alcance con este pequeño resumen, porque a decir verdad, el clasismo me repugna y me resulta totalmente irrelevante si el que marchaba al lado mío tenía más o menos plata que yo. Todos, sin excepción, eran gente. Punto y aparte.

Además, cualquier enfoque clasista queda absolutamente descolocado cuando la gente que supuestamente más tiene, la que según algunos era la que estaba ahí manifestándose, llevaba en muchos casos carteles pidiendo que se termine de una buena vez el saqueo de recursos destinados a los sectores más desprotegidos.

Consigna golpista si las hay (?)
Bien, como decía, llegué enseguida a la Plaza. Y aquí sí quiero explayarme sobre un punto, que fue lo que más me llamó la atención de todo el evento.
Si bien ya se sabía de antemano que las consignas iban a ser "no a esto", "basta de lo otro" y todo en esa tesitura, lo llamativo era que el ambiente en general no era de bronca o de beligerancia. De hecho, la sensación que se respiraba era de fiesta, por insólito que suene.
No sé bien a qué atribuir esa sensación, que por supuesto es subjetiva pero no creo estar muy lejos de la realidad que se vivía en esos momentos. Lo cierto es que la gente marchaba, más allá del hastío implícito en las pancartas que llevaban, con una sonrisa en el rostro.
Quizás sea porque muchos marchaban junto a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo o de la vida. Tal vez sea porque se sabía que éramos muchos, muchísimos. A lo mejor era porque estaba claro que se compartía, más allá de la demanda puntual de cada uno, una idea de país más o menos similar.
O, posiblemente, lo que pasó fue que empezó a levantar vuelo una pequeña esperanza de que algunas cosas cambien. De que volvamos a ser, si es que alguna vez lo fuimos, todos del mismo palo pintado de celeste y blanco, y nada más.

La marcha de los globos
No me quedé mucho rato, el día había sido largo e intenso. A eso de las 20:30 emprendí el regreso al hogar.
Cuando llegué, miré un rato la caja boba. Pero muy poco, y con la única intención de observar algunas imágenes de otros lugares donde también había habido concentraciones, y de ir escuchando algunos números respecto a las convocatorias. No me sorprendió la información de que sumando la cantidad de gente movilizada a nivel país, se estaba superando el millón de personas.
Lo que no quise fue oír opiniones, ni de un lado ni del otro del mostrador. No me interesaba escuchar las sarasas habituales de Pato Bullrich, Vicky Donda o Luis D'Elía.

Gente. Sólo gente. Y mucha.
Lo importante de ese día, para mí, fue esa sensación que mencioné arriba, de fiesta, de alegría, de esperanza, de respeto, de paz y de unidad. Y por añadidura, de haber participado fugazmente de un hecho que probablemente haya sido histórico.
Ojalá.
Johann Tenorio

1 comentario:

El Vigía dijo...

Johann, lo felicito por la postura social. (En la marcha de anoche había menos de política que de otras cosas.) Y de valores. Creo que por eso se vivió el ambiente que se vivió, porque en el fondo todos recordamos -o nos han contado nuestros padres y abuelos- una sociedad con valores. Ésa es la crisis a la que tenemos que apuntar primero, y la que de a poco resolverá todas las demás.