viernes, 14 de septiembre de 2012

La minoría ruidosa

Anoche hubo una manifestación. O al menos, eso se vio en algunos canales. En otros, prefirieron pasar documentales sobre aves o hablar sobre el viaje de Susana Giménez a Miami para ver la pelea de Maravilla Martínez.

Al principio, mientras se iba armando, parecía que iba a ser otro cacerolazo más. Uno de esos al que los comentadores oficialistas, a sueldo o no (es de necio pensar que no hay gente que cree sinceramente en las consignas lanzadas desde el Gobierno), gustan de llamar con variaciones del arquetípico “piquetes de la abundancia”, mofándose porque son pocos, salen todos de Barrio Norte o Belgrano, y hacen sonar sus Essen relucientes al son de consignas contra el cepo al dólar.
Parecía, nomás. Porque de a poquito, se empezó a ver que la cosa pintaba un poco distinta a otras veces.

La convocatoria, más allá de que algunas mentes brillantes del kirchnerismo prefieren opinar que fue lanzada desde algún oscuro templo francmasón poblado de símbolos nazis, tapas de Clarín y retratos de Mauricio Macri, surgió en las redes sociales. Primero en Twitter, luego saltó al Facebook, más tarde se transformó en cadenas de mails, y desde hace un par de días, pasó a transmitirse de boca en boca. En los principales medios de comunicación, le dieron bastante poca importancia al tema. Los partidos políticos hicieron caso omiso. Los sindicatos, creo que directamente ni se enteraron.
Y quien esto escribe, mea culpa, pensó para sí que era todo muy lindo, pero que iban a ir los mismos cuatro gatos locos de siempre.

La cita era a las 19 hs. en diversos puntos de Capital, el Conurbano bonaerense, y algunas capitales y ciudades importantes de la provincia de Buenos Aires y del resto del interior del país. Y sorprendentemente, fue bastante puntual.

De repente se empezaron a ver imágenes. En mi cuenta de Twitter pude ver algunas fotos. Cuando abrí los correspondientes enlaces, lo que se mostraba en ellas era sorprendente, al menos para mí.
Marchando hacia Plaza de Mayo.
Sí, el punto de concentración más nutrido era en Santa Fe y Callao, entre las elegantes torres y los selectos comercios del lugar. Pero no eran los mismos cuatro gatos locos de siempre, no. Eran miles. Y luego comenzaron a aparecer fotos tomadas en otros puntos. Cabildo y Juramento, pleno Belgrano, por supuesto. Acoyte y Rivadavia, Caballito. Ya la gente que se veía no era de clase alta y apellidos patricios, sino que empezaban a aparecer algunos grupos de clase media, tirando a alta, pero media.
Y de repente, imágenes de Villa Lugano. De Liniers. De Mataderos. De Ciudadela. Los apellidos patricios no aparecían más, reemplazados por otros más mundanos.
Y de repente, apareció la televisión, que no pudo seguir ignorando semejante concentración de personas y que hacían tanto ruido. Y empezó a traer más imágenes, ahora con movimiento. La gente caminaba, no se quedaba quieta. Marchaba. Tenía un punto fijado de antemano: la Plaza de Mayo, ese lugar donde hace 200 años el pueblo quería saber de qué se trataba, y hace 4 años fue invadida por las democráticas columnas de Luis D’Elía, que venían garrote en mano a imponer su consigna de “la Plaza es nuestra”. Esta vez, el valiente líder de la Federación de Tierra y Vivienda, prefirió quedarse a resistir a las huestes golpistas que marchaban hacia Plaza de Mayo, desde la comodidad de su cuenta de Twitter.
En Bariloche también recuerdan a las víctimas de Once.
Y de repente, empezaron a aparecer a través de la tele, más imágenes. Desde Rosario, donde el Monumento a la Bandera era una multitud nada amigable hacia las ideas re-reeleccionistas del oficialismo. Desde el Centro Cívico de Bariloche. Desde la Plaza 9 de Julio en Salta Capital. Desde Tandil, Chascomús, Mar del Plata, Bariloche, Córdoba. Desde la ciudad de San Juan, donde también se encontraba la Presidente De Todos Los Argentinos inaugurando una planta textil de la proletaria marca Lacoste de indumentaria.

Y las imágenes que seguían apareciendo a través de los medios y de las redes sociales, no dejaban lugar a demasiado margen para la interpretación, más allá de los intentos desesperados de Artemio López en C5N por ningunear la manifestación sin caer en el ridículo, cosa que por supuesto estuvo muy lejos de lograr.
Esta vez, la manifestación no eran los mismos cuatro gatos locos de siempre. Esta vez, la manifestación era masiva. Eran columnas de varias cuadras de gente marchando hacia la antigua Plaza Mayor de Santa María de los Buenos Aires. Eran cuadras de gente manifestándose frente a la Quinta Presidencial de Olivos. Eran balcones con gente golpeando cacerolas en toda la ciudad, en todas las ciudades, en todo el país. En algunos barrios más, en otros barrios menos, pero en todos los barrios se escuchó. Hasta en el mío, barrio tradicionalmente poco afecto al batifondo de las baterías de cocina.

Se cantó, se marchó, se hizo catarsis. Hubo de todo. Desde Natacha Jaitt bailando en ropa interior en el medio de la Plaza de Mayo, hasta la improbable presencia de Cecilia Pando entre los manifestantes. Se dice que había una recompensa consistente en varias hectáreas en la zona del Calafate para quien presentara fotografías o videos de la Pando en Plaza de Mayo, pero nadie logró alzarse con el premio.
También hubo algunas pancartas con svásticas. No se sabe de dónde salieron, quiénes las portaban, quién las convocó o qué fines perseguían. Pero allí estaban y nadie hizo nada por echarlas. Tampoco era demasiado relevante: la entidad que puede otorgársele a esas tres pancartas en una manifestación a la cual las estimaciones más pesimistas calculan en seis dígitos, es más o menos similar a la que tendría una velita de cumpleaños en medio de la explosión de la refinería de Amuay.

Fue una noche para recordar, de una vereda y de la otra del espectro político. Aunque quizás algunos prefieran olvidarla, difícilmente lo logren. El 13-S llegó para quedarse en la memoria colectiva del país por un buen tiempo. Quizás no llegue a entrar en los libros de historia, pero por lo menos hasta las elecciones del 2013, va a ser una referencia obligatoria para cualquier análisis político.
Mucha, mucha gente. Y ninguna cacerola a la vista.
Y dejó algunas conclusiones, obviamente. A mi entender, las principales son:

  • más allá de quién haya iniciado la convocatoria, o de qué fines perseguía, el medio de difusión más importante que tuvo fueron las redes sociales, por escándalo. Habrá que recalcular un poco el poder que pueden tener para estos casos.
  • si bien es posible que haya habido alguna "mano negra" al principio de la cadena, lo cierto es que la bola de nieve creció entre gente común, sin intereses partidarios. En la manifestación no se vio ninguna pancarta, bandera o cartel de ningún partido político.
  • hubo bastante burla desde Twitter de los usuarios kirchneristas, que obviamente la estaban mirando por TV. El mismo Aníbal Ibarra tuiteó que "la mayoría silenciosa se transformó en la minoría ruidosa". Pero esta vez no se los notaba tan confiados como otras veces. Más allá de que la Presi, desde San Juan, decía que "a ella no la iban a poner nerviosa", quedó claro que esta vez hubo varios que tuvieron que clavarse un ansiolítico para poder pegar un ojo.
  • quedó claro que lo que desde el bando oficialista llaman despectivamente "la Opo", hoy por hoy, no es ni Macri, ni Alfonsín, ni Binner, ni De Narváez, ni Moyano, ni Duhalde, ni Clarín, ni la Mesa de Enlace, ni la Iglesia Católica ni nadie. Anoche se comprobó que "la Opo" es ni más ni menos que la gente.
Y yo me la perdí porque pensaba que iban a ir los mismos cuatro gatos locos de siempre. Qué pelotudo.
Johann Tenorio