viernes, 23 de marzo de 2012

Otra crónica en la pared, parte II

En la primera parte de esta crónica, me tomé mi tiempo para describir la puesta en escena de dos de los temas del espectáculo de Roger Waters "The Wall", en River Plate. Como la crónica ya se avizora lo suficientemente larga para tener que dividirla en tres partes, no voy a explayarme sobre todas y cada una de las canciones con lujo de detalles, pero sí quiero detenerme lo más brevemente posible en algunas más.

Veamos. "One of my turns", el tema durante el cual en la película podemos ver a "Pink" destrozando su habitación de hotel mientras la groupie trata de que no le revienten la cabeza de un guitarrazo. Tema explosivo si los hay. En el show, Waters canta la primera parte solo, frente a la pared, todo muy tranquilo... y así continúa luego del momento culminante de la canción. Nada. Apenas un poco más de luces. A ver Rogelio, no digo que tengan que salir los músicos a destrozar sus instrumentos en vivo, pero ya que tenés la pared, semejante sistema de sonido, un sistema de proyección que envidiaría George Lucas... ¡¡¡hagan algo con todo eso, por el amor de Syd Barrett!!! ¡Pasen una proyección de televisores volando por el aire, al menos! ¡Algo! ¿No se te cayó una mísera idea?

Otro tema, "Don't Leave Me Now", la canción en la que "Pink" es perseguido por el recuerdo de su esposa en forma de una especie de monstruo que va mutando de formas. La animación de Gerald Scarfe metía miedo, realmente. La reemplazaron con una marioneta similar a la del profesor, bastante monstruosa, sí, pero también perfectamente inmóvil mientras colgaba de sus cables. Daba risa, la verdad.


Sigo con "Goodbye Blue Sky". Posiblemente la mejor animación de toda la película. En esta oportunidad, optaron por reemplazarla por otra animación, bastante más simplona, de avioncitos que en lugar de lanzar bombas, lanzaban símbolos: el símbolo del dólar y otras monedas, la estrella de David, el signo de la paz, algún logo corporativo, la hoz y el martillo, la cruz cristiana, la media luna musulmana... llamativamente, no alcancé a observar, entre los símbolos desplegados, ninguna esvástica. Repito, llamativo.

Un tema más, "Mother". Waters, antes de comenzar el tema, dedica el concierto a "las Madres de Plaza de Mayo y Ernesto Sábato, por su lucha por los derechos humanos". Luego anuncia que van a pasar imágenes del propio Waters cantando el tema en el Earl's Court, en 1980. Hasta ahí, todo muy lindo. En los estribillos, aparece un muñeco con la forma de la madre de "Pink". Waters luego canta "mother, should I trust the government?", y en la pared aparece la leyenda "ni en pedo". Curioso de parte de un cantante que venía de reunirse con la Presidente de la Nación y el Jefe de Gobierno de la Ciudad.

Para ser justos, no todo fueron pálidas. Como ya dije, el show está basado en el disco más que en la película, así que tuvimos la oportunidad de disfrutar de dos canciones que no forman parte de la película: un temazo como "Hey, You" y otro quizás menos inspirado como "The Show Must Go On", pero que incluyó una buena performance vocal del grupo de apoyo. Y a mi entender, una muy buena decisión fue la de reemplazar "Empty Spaces", del disco, por su contraparte de la película "What Shall We Do Now", incluyendo la fantástica animación de Scarfe de la danza sexual de las flores y el muro que avanza como un tren que destruye todo a su paso.

También pudimos escuchar, seguramente por primera vez para la gran mayoría, el interludio instrumental "The Last Few Bricks", jamás editado hasta donde yo sé. Este interludio, compuesto por frases musicales extraídas de varios temas, era interpretado en los shows de Pink Floyd entre "Another Brick in the Wall, part III" y "Goodbye Cruel World", y la finalidad de este interludio era dar tiempo al personal para que terminaran de colocar los "últimos ladrillos" del muro que terminaba separando a la banda del público. Se dice que en algunos shows llegó a durar casi 15 minutos de improvisación. Cómo lamento no haber estado ahí.

Bueno, sigamos. Pasaron los temas, siguió transcurriendo el show, tuve el enorme placer de hacer palmas en "Run Like Hell" (32 años esperando este momento), ya hacía un rato que andaba el cerdo inflable volando por ahí (esta vez bien sujeto por sus cables, no vaya a ser cosa que se les escape como durante la promoción de "Animals"), y se acercaba el final. Cuyo punto culminante iba a ser, por supuesto, "The Trial".


Antes de dedicarme al tema de cierre, quisiera detenerme un momentito en comentar acerca de "la pared". Ya todos habrán leído por algún lado que ese conglomerado de bloques se utilizaba como pantalla, donde casi permanentemente se proyectaban imágenes. Lo que era realmente increíble era la definición de esas imágenes. Creo que ni siquiera en la mejor sala de cine se puede apreciar semejante calidad de proyección. En ese sentido, el show de Waters supera toda expectativa: los visuales fueron algo nunca visto, y si bien no siempre las imágenes fueron lo que uno esperaba, en balance bien puede decirse que todo el paquete audiovisual de "The Wall" es algo difícil de igualar.

Pues bien, en esa tremenda pantalla se proyectó, casi sin modificaciones, el segmento de la película que acompañaba visualmente a "The Trial", el tema con el cual concluye la historia de "Pink" antes de la conclusión final.
Sí, muy lindo, Waters y su banda interpretando el tema, todos de "este lado" de la pared, todo sonó perfecto. Terminó el tema, el escenario quedó vacío, las luces iluminaron la pared, y de repente ésta se derrumbó al impulso de un sistema de cables. Y listo, terminó el show.
¿Por qué así, Rogelio? ¿Por qué?
No te pedimos 200 kilos de explosivos plásticos o una ojiva nuclear, pero vamos, hombre, es el final del show, ¿no había una manera un poquito más impactante de cerrarlo? A ver, qué sé yo, un poco más de humo, unos fuegos artificiales, algo que dé la impresión de que el show se terminaba ahí.
No sé qué decir. Fue un espectáculo notable, acorde a la magnitud de la obra, pero el final, para mi gustó, no llegó siquiera a parecerse a un final de espectáculo.
Después salió toda la banda y tocaron "Outside the Wall" casi unplugged, saludaron, buenas noches, muchas gracias, y a buscar bondi para volver a casa.

Cierro aquí esta segunda parte de la crónica, en la tercera les dejaré mis conclusiones y el balance.
Los veo allí.
Johann Tenorio

jueves, 22 de marzo de 2012

Otra crónica en la pared, parte I

Ahora que ya pasó la serie de conciertos de Roger Waters en Buenos Aires, voy a volver a despuntar un viejo vicio: la crónica de conciertos. En esta oportunidad mi "víctima" no será un coro, sino el propio Rogelio Aguas, como muchos han bautizado al ex- líder de Pink Floyd habida cuenta de su larga estadía en estas pampas.
Para ser más preciso, seguramente en esta oportunidad no me conformaré con la simple crónica de lo que ví y escuché en el concierto, sino que también abarcaré algunos comentarios que fui recogiendo por aquí y allá, a favor y en contra, y mi postura acerca de estos comentarios.
Tratándose de un espectáculo de semejante magnitud, y considerando que "The Wall" fue un disco (y una película) de enorme impacto en mi adolescencia y en mis inclinaciones musicales de allí en adelante, no es poco lo que tengo para decir acerca del show. La crónica, en efecto, pinta para muy larga, y es por eso que la voy a publicar en tres partes. Sin más preámbulos, comencemos con la crónica, una más en la pared, parte I.

Me tocó asistir al concierto del lunes 12, bajo una molesta lluvia. Luego de esperar dos horas interminables, comenzó a anunciarse por los parlantes el anuncio del show y el pedido, obviamente ignorado en forma olímpica, de no tomar fotos con flash. Me maldije por no haber llevado mi cámara, al ver que todo el mundo andaba con unos aparatos capaces de fotografiar una cucaracha en la Luna.

Y empezó el show nomás. Y de qué manera.
Varios espectadores me habían comentado en la previa "es lo mismo que la película, pero en vivo". Craso error, ya que la película comienza con un fragmento del tema "When the Tigers broke free", dedicado a la muerte del padre de Waters en la batalla de Anzio, un factor crucial en el génesis de la idea misma de The Wall, pero que sólo se puede escuchar en la película.
El show, para abreviar, tiene más que ver con el disco que con la película. Y como tal, se inició con el tremendo "In the Flesh?". Se apagaron las luces, sonaba tenuemente una especie de canción de cuna, y de repente, todo estalló por el aire junto con esos dos furibundos Mi menores.
"¿Así que pensaste que te iba a gustar venir al show?" comenzó cantando Waters, en una pregunta que ya en ese momento sonaba ridícula, porque toda la intro del tema fue acompañada del estallido de incontables fuegos artificiales.
Y ya en ese momento quedó claro algo: el gran protagonista de la noche iba a ser sin duda alguna el impresionante sistema de sonido multidireccional (porque la definición "cuadrafónico" no alcanza para describirlo) instalado en el estadio de River Plate. He ido a ver varios conciertos a River, y el obvio inconveniente que posee, como todo estadio grande y descubierto, es que suele escucharse todo muy mal, especialmente si hay viento. Pero para esta serie de shows, se instalaron varias columnas de sonido de altísima fidelidad en las tribunas superiores, que hicieron que todo el recital se escuchara con la misma calidad que si uno lo estuviera escuchando en un muy buen autoestéreo, puesto a un volumen más que razonable, y con un sonido totalmente envolvente.
Para darse una idea, describo el final de "In the Flesh?": el tema, tanto en el disco como en la película, termina con una grabación de un avión de la Segunda Guerra que termina estrellándose. En el show, la idea se lleva al extremo, y lo que se escuchó fue el sonido de varios aviones que parecían sobrevolar el estadio a un volumen atronador. No fuimos precisamente pocos los que levantamos la mirada pensando que los aviones estaban sobrevolando el estadio de verdad.
Y sí, la frutillita de ese primer postre fue el avioncito que bajó desde el tablero electrónico hasta estrellarse con una violenta llamarada, en el escenario.

El primer tema, evidentemente, pagó el concierto entero. Bah, no sé para los que pagaron el Campo VIP, pero para mí que había pagado platea alta, ya me había cubierto el precio de la entrada con todos los intereses devengados desde el día que la compré (hace más de 6 meses), y más también.
Después de semejante despliegue, el concierto decayó un poco en intensidad. Y, lamentablemente hay que decirlo, en ningún momento volvió a alcanzar semejante nivel de adrenalina.

Epa, ¿qué pasó? ¿Ya empezamos con la mala onda? Y sí, si no no sería Johann Tenorio.
Pero es verdad. Si bien hubo momentos muy fuertes, el pico más alto es al principio del concierto. Me habría gustado conversar un poco con la producción para averiguar el por qué de este detalle, o al menos la impresión que a mí me produjo. Pero bueh, Waters prefirió entrevistarse con la Presidente. Allá él. (?)

Como ya dije antes, el show está más basado en el disco que en la película. Por ende, quedaron afuera ambas partes de "When the Tigers broke free". Y como se respetó el orden del disco, los temas siguientes fueron por supuesto "The Thin Ice", "Another Brick in the Wall (part I)", "The Happiest Days of our Lives" y "Another Brick in the Wall (part II)". En este tema, hizo su aparición la primera de las tres megamarionetas que se pudieron observar en el concierto: el maestro de escuela que gritaba "if you don't eat your meat, you can't have any pudding". Vamos a decirlo de una vez y ya: la marioneta era un adefesio inflable con no mucha más movilidad que un árbol, lo mismo que las otras dos (la esposa y la madre de "Pink"). No sé, supongo que no debe ser fácil idear un sistema de control más versátil que el que utilizaron, pero yo me esperaba otra cosa. Para poner algo así, en mi opinión, habría sido mejor pasar una proyección y listo. Ah, sí, también había unos nenes que hacían una coreo bastante elemental al compás del "hey, teacher, leave us kids alone", muy contentos ellos. En lo que a mí respecta, la puesta en escena del tema más representativo de todo el espectáculo fue un fiasco. Qué va' cer.


Continuará, lo prometo.
Johann Tenorio

domingo, 18 de marzo de 2012

La opinión de millones de moscas

Estoy buscando la manera de no ponerme alarmista con este tema. Por ahora no le encontré la vuelta, pero sigo intentando. Por las dudas, caro lector, le ruego encarecidamente no alarmarse cuando lea esta disertación.

Hoy por la mañana abro Twitter. Veo que alguien linkea una entrevista a Hebe de Bonafini. Una más, pensé. Pero había dos detalles que, como juanetes, sobresalían de la media. (?)
El primero era el destacado, una frase de la propia Hebe, que decía "Si el proyecto fracasa, la culpa es del pueblo, no de Cristina". Hasta ahí, un patinazo normal en el discurso de la líder de Madres de Plaza de Mayo.
El segundo me preocupó un poco más. La nota había sido publicada en la mismísima agencia oficial Télam, y la frase de Hebe había sido tomada como título.
A ver si nos entendemos: la agencia oficial consideró que la frase de Hebe no debía pasar inadvertida en medio de la nota. No es para menos, pero, ¿Télam la destaca por el disparate que es, o porque está de acuerdo?
Habida cuenta de los antecedentes, me inclino por la segunda opción. Y, de ser así, nos encontramos con una declaración de principios por parte de la agencia gubernamental. Nada buenos, por cierto.


No hace falta ser un intelectual para entender que "la culpa es del pueblo" es, como mínimo, una frase desafortunada. Me figuro que cada dictadura, desde el Imperio Romano a la actualidad, debe haber seguido una línea de razonamiento similar a ésa para determinar qué era "lo mejor para el pueblo". Por supuesto, si esto implicaba la censura a un medio o la tortura a un opositor, no iba a ser impedimento para llegar a los fines pretendidos.
Tal vez Nerón suponía que el incendio de Roma era "lo mejor para el pueblo".
Quizás Hitler llegó a la conclusión que un campo de concentración era "lo mejor para el pueblo".
Posiblemente Videla, Massera y demás hayan calculado que la desaparición de 30.000 personas era "lo mejor para el pueblo".
Y así.

Repito, no me quiero poner alarmista. Los ejemplos antedichos son casos extremos. Pero ocurrieron, no los inventé yo, y mucho se ha escrito sobre ellos.

Los caminos a la verdad no siempre son rectos. Llegar del punto A al punto B, a veces, requiere de un par de tramos sinuosos.
Tampoco existe una regla de tres simple para calcular que si Fulano dijo esto, es porque piensa de determinada manera. En ocasiones, ni siquiera con logaritmos, derivadas o sinusoides alcanza para inferir qué es lo que realmente quiso decir Fulano.

Pero no puedo dejar de preocuparme con tantas similitudes. El Pueblo tiene la culpa. Hay que enseñarle al Pueblo qué es lo mejor para el Pueblo, porque el Pueblo no es lo suficientemente avispado para darse cuenta por sí solo. Es más, el Pueblo tampoco debería tener posibilidad de elegir qué desea leer, o escuchar, u observar a través de un medio audiovisual, ya que no posee el raciocinio necesario para determinar lo que es cierto y lo que no lo es. Y ya que estamos, el Pueblo no necesita la libertad de elegir a sus autoridades. Para qué, si ya nos tienen a nosotros, que sabemos perfectamente cuál es el alimento preferido de millones de moscas.

¿Piensan nuestros gobernantes de esta manera? No lo sé, quiero creer que no. Pero a veces las formas son importantes. Cruciales, diría.
Y en esta oportunidad, los organismos de difusión del pensamiento oficial, no sólo se olvidaron de las formas. Decidieron, sin el menor indicio de pudor, seguir una línea editorial que implica ponerse por encima de la gente.
No es el único medio que lo hace, por supuesto. Varios medios opositores bordean peligrosamente esos precipicios más de una vez.
Pero no estamos hablando, en este caso, de un medio. Nos referimos a la agencia que comunica el pensamiento y obra de un gobierno.

Si a eso le sumamos que venimos de una semana complicada, que empezó con el sugestivo levantamiento del aire de un programa televisivo en el cual Marcelo Longobardi entrevistaba al ex ministro Alberto Fernández, se nos hace difícil no pensar que son, ambos, síntomas de una misma tendencia.

Insisto, no quiero ser alarmista. Simplemente, estoy alarmado.

Johann Tenorio

viernes, 2 de marzo de 2012

Los subtes por la cabeza

Ayer arriesgué la vida. En una experiencia que podría haber sido traumática, salí de mi casa hacia la oficina media hora antes que de costumbre.
Ya de por sí, esto dejará seguramente alguna huella en mi psiquis. Pero eso no fue todo.
Lo hice debido al paro de subtes que la Unión Tranviarios Automotor decretó para las 6 líneas de Subterráneos. Y provocó que en lugar de tomar el subte, me tuviera que tomar el 140, línea de colectivos perteneciente al Grupo Plaza. Una experiencia que no se le desea a nadie, a nadie.

Bueno, al final resultó que no fue tan malo, más allá de llegar media hora tarde y bastante machucado, finalmente arribé a la oficina para desempeñar mis tareas con alegría, como habitualmente.

Supongo que con apenas un par de párrafos, el sarcasmómetro ya debe haber llegado al área de "danger". Trataré de continuar el post con un poco más de seriedad.

El tema fue el paro, entonces. Pero ubiquemos el paro en un determinado contexto. Subtes, Gobierno de la Ciudad, Gobierno Nacional, Macri, Cristina, Garré, UTA, Segovia, estaban todos los ingredientes para una situación que iba a explotar en cualquier momento. Ah perdón, me olvidaba de uno. Un millón y medio de ciudadanos que ingresan al Centro diariamente en subte. El jamón del sandwich, claro que sí.

Hace un par de meses, luego del triunfo en las elecciones nacionales, la Presidente asume sucediéndose a sí misma en el cargo. Luego de los festejos, anuncia el inicio de la "sintonía fina", metáfora tan sutil como un Panzer para referirse a la eliminación de varios subsidios a servicios públicos. Además, aprovechaba la volada y le solicitaba al ingeniero Macri "un esfuercito" y que se hiciera cargo de los subtes de inmediato, sin traspaso de subsidios.
Macri tiene cara de nabo, habla como un nabo, administra la ciudad como un nabo y juega al fútbol como un nabo. Pero de nabo, el tipo no tiene un pelo. Y obviamente, sospechó algo raro en eso del "esfuercito".
Claro, el "esfuercito" implica hacerse cargo de un servicio que transporta más de 30 millones de personas por mes, en el cual abundan los punguistas y, peor aún, los sindicalistas.
Policía, para ser honesto, nunca se ha visto demasiada. Los pocos agentes que aparecen, duermen atentamente con los ojos abiertos, como les deben enseñar en la Escuela Juan Vucetich.

Pero bueno, la cuestión es que Macri le dijo que sí al "esfuercito". No sonó demasiado convincente, parecía que lo hacía a regañadientes, pero dijo que sí. Pidió 3 meses de subsidios, se los dieron, y haciendo uso de sus nuevas atribuciones, mandó de un plumazo un aumento del 127% en el precio del boleto. Claro, el kirchnerismo en pleno se paró de manos y propuso un nuevo deporte: el "salto al molinete". Por suerte no se les ocurrió televisarlo.
Una semana después, todo el mundo pagaba mansamente sus AR$ 2,50 cada vez que deseaba viajar en el subterráneo porteño.

Pasaron los días. El tema del traspaso parecía estar en un limbo. Nadie sabía quién estaba a cargo del subte.

Un día, la Ministro de Defensa Nilda Garré, una especialista en asignar efectivos a los lugares más apropiados (Gendarmería en marchas de protesta, Prefectura en los semáforos de Puerto Madero, policías mirando partidos de fútbol, perros entrenados para detectar dólares en lugar de contrabando, etc.) decidía de otro plumazo que la Policía Federal no iba a custodiar más los andenes del subte. Hasta el momento yo nunca había visto uno ahí, pero si ella dijo que estaban, supongo que estarían. Y no iban a estar más.

El que se paró de manos, entonces, fue el macrismo. Adujo dramáticamente que todavía no estaba en condiciones de asignar efectivos de la Policía Metropolitana. Recordemos que la Cuadriculada es, a todos los fines prácticos, lo mismo que el vigilador privado de un supermercado. En caso de pescar in fraganti a un delincuente, no tiene autoridad para detenerlo, sino que tiene que dar aviso al agente de la Federal más cercano. Andan por ahí, pasean, charlan, pero no pueden llevar preso a nadie. Parecen buena gente, eso sí.
La cuestión es que nadie le dio bolilla al reclamo PRO, y la vida siguió igual.

En el medio, pasó algo que no estaba en los cálculos de nadie. Un tren lleno de gente se llevó puesta media terminal, y la vida de 51 personas. No vamos a abundar en detalles, ya lo hablamos en el post anterior.

Macri, como decíamos más arriba, de tonto no tiene nada. Ya venía cocinando el plan, y lo de Once, si bien no estaba en el cronograma, le vino muy bien, era una herramienta nueva. De repente, todo el mundo tomaba conciencia que los transportes estaban en un estado calamitoso y eran tremendamente inseguros.
Y faltaba un solo eslabón en la cadena que necesitaba. Y se lo dieron en bandeja.
La UTA, hasta ese momento un gremio bastante funcional al Gobierno Nacional, decide un paro por tiempo indeterminado por la falta de agentes de la ley en las estaciones del subte. Claro, habrán pensado, los subtes son de Macri, vamos a empezar a joderle la vida al bobo éste.

El ingeniero no necesitaba más. Convocó a conferencia de prensa, mostró un papelito en el que supuestamente estaban las inversiones incumplidas del Gobierno Nacional desde la época del difunto Néstor, declaró que los subtes eran inseguros y que no tenía agentes cuadriculados para asignar, y le tiró nomás a Cristina los subtes por la cabeza. Y se fue muy orondo.

A esta altura, ya queda bastante claro que el único dirigente opositor capaz de hacerle volar los pájaros a la Presi es Macri. El tipo lo sabe, y sabe muy bien cómo usarlo. Y lo usó.
Y Cristina, por supuesto, explotó. Lanzando espuma por la boca, descalificó a Macri diciendo "a ver si en tres meses puede organizar 240 personas de uniforme" (supongo que para algún corso, porque lo que hacen falta son policías y no personas de uniforme), mientras el ex bigote se mataba de la risa.
Claro, porque había logrado lo que quería: al menos por un mes, seguirá habiendo, si es que alguna vez los hubo, agentes de la Federal en las estaciones del subte. Todo ganancia para el ingeniero.
Y mientras Mauricio se despanzurraba de la risa, Cristina derrapaba cada vez más.
En su discursillo (3 horas y cuarto) de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, nos legó delicadezas tales como que los docentes argentinos trabajan 4 horas diarias y tienen 3 meses de vacaciones anuales, que si no hubieran pagado el corralito hoy tendríamos mejores trenes, y otras bellezas por el estilo, que en un país medianamente serio habrían significado la ejecución sumaria de todo el plantel de asesores presidenciales, por imbéciles nomás.
A todo esto, un millón y medio de personas se apelmazaban en colectivos y trenes, sumándose a los otros millones que habitualmente no toman subte pero igualmente se comieron el garrón de que un colectivo que habitualmente demora 45 minutos en llegar desde el punto A al punto B, ayer tardara una hora y media para recorrer el mismo trayecto debido a la cantidad de autos que abandonaron por un día la modorra del garage de casa para ir a pagar fortunas de estadía en el Centro.

La Presi, desde la banquina adonde había ido a parar, al menos se sacó la bronca y podemos tomar como un logro que les hizo justificar de un saque las dietas de 100.000 pesos mensuales a diputados y senadores, luego de soportar estoicamente el interminable discurso presidencial. Y el Alcalde porteño se sacó la lotería, ya que no sólo le devolvieron los agentes federales, sino que además demostró en la cancha que es el único dirigente opositor que le puede birlar la pelota y tirarle un par de caños al Gobierno Nacional.
Lo cual, de más está decir, habla bastante mal del resto de la oposición.
Johann Tenorio