
El problema es que la diputada no tuvo en cuenta que Twitter no es precisamente el ámbito más apropiado para expresar una opinión de ese tipo. ¿Por qué no? Muy simple, a los usuarios de esa red social les encanta tomar las cosas con un sentido del humor bastante mordaz. Y así se lo hicieron (léase "hicimos") saber a la diputada amamantadora.
Al poco rato, el TT ("trending topic" o tema del momento) #ConsejosLubertino estaba al tope del ranking nacional.
No me animo a reproducir aquí los tweets publicados incluyendo ese hashtag, o mejor dicho, me animo pero prefiero mantener la línea editorial de esta humilde bitácora (?). Lo que se puede decir que la mayoría de ellos eran de innegable mal gusto pero de indiscutible hilaridad. Yo colaboré con varios, e incluso hubo diarios online como Urgente24 que incluyeron un par de ellos en la nota relativa al episodio. Tomá.
Tal fue el revuelo generado en la Web que la propia legisladora se vio en la necesidad de borrar el tweet de la discordia. Pero ni eso le sirvió, ya que siempre hay algún usuario de dedos veloces que aprieta la tecla "Print Screen" en el momento justo. Gracias a ello podemos disfrutar aquí de esta pequeña joya del ciberespacio.


El error, a mi entender, es jurídico, y es un aspecto que una abogada y legisladora no puede desconocer. Ha habido casos en que ocurrió que la víctima tuvo la oportunidad de solicitar el uso de preservativo, el victimario fue detenido y llevado a juicio, y la defensa logró que se desestimara la causa alegando que se trató de un acto consensuado. Cualquier leguleyo más o menos avispado plantearía una defensa similar.
Por otra parte, es complicado entender por qué Lubertino sigue tozudamente defendiendo su declaración inicial, luego de haberla borrado. Estimada diputada, si tan segura está de tener razón, ¿a qué viene esa limpieza de rastros? ¿Llegó quizás alguna orden política al respecto? Todo es posible.
Afortunadamente, jamás me he visto en ninguna de las dos posiciones (ni en la de víctima ni en la de victimario) de una violación. Pero opino que por un lado, es sumamente difícil que una mujer posea la suficiente sangre fría como para negociar con un violador en un momento tan tremendo, quizás incluso bajo amenaza de muerte; y por otro, que es harto improbable que un violador en pleno frenesí se detenga a considerar una propuesta como la de Lubertino. Imagino que una violación es un delito que se realiza con la mayor celeridad posible y en un estado en que el único interés del delincuente no radica en negociar con la víctima, sino en someterla por completo.
Como dije, nunca participé en este tipo de situaciones. Pero me da la impresión de que la diputada Lubertino tampoco.
