martes, 25 de marzo de 2008

Tristeza de la ciudad

Tristeza porque, habiendo una pugna declarada entre dos bandos de enorme fuerza, las víctimas vuelven a ser siempre los mismos. Es la tristeza del laburante rural, el que se destroza el lomo de sol a sol sembrando y cosechando el cereal, ordeñando y engordando el ganado. Es también la tristeza de la madre que va a comprar leche y no la encuentra, del obrero que va a comprar pan y lo tiene que pagar a precios siderales, y por qué no, de los que integramos la sufrida clase media y no sabemos qué demonios vamos a comer durante las próximas semanas, ya que sólo Dios sabe cuándo volveremos a ver carne, pollo y verduras frescas en nuestros platos.

Y también es la tristeza del que trata de meditar un poco acerca de los males argentinos, varios de los cuales estamos viendo en primer plano desde hace casi dos semanas: la soberbia de unos, la prepotencia de otros, la codicia de algunos y el dolor de casi todos. Suenan a pecados capitales, y algunos de ellos lo son.
Y el problema es que falta una voz: la voz de la cordura, de la templanza y de la predisposición a un diálogo sensato. Nada de eso: todo es confrontar, ir al choque, provocar, agraviar, imponer por decreto y ver la paja en el ojo ajeno.

Me entristece ver nuestras rutas cortadas y nuestras góndolas vacías. Pero me entristece más ser rehén de un gobierno que no voté (aunque sí lo han hecho más de la mitad de mis compatriotas), y que permanentemente da muestras de abuso del poder que le han entregado las urnas, con actitudes de compadrito sobrador y sin una pizca de la humildad que sólo los líderes verdaderamente grandes poseen.

Unas palabritas finales para nuestra Presidenta: con el debido respeto, mi estimada Sra. K., le informo que la han asesorado bastante mal en cuanto al objetivo del paro agrario. Según sus palabras, "el paro es contra todos los argentinos". Pues bien, quisiera aclararle que no es así. El chacarero no tiene nada en contra mía, y dudo que lo tenga en contra de la enorme mayoría del pueblo argentino. El paro es contra usted, los alcahuetes que la rodean, los ineptos que le siguen la corriente, los oportunistas que se arrastran a sus pies, y la patota que la defiende.
Contra todos los argentinos, seguro que no. Pero seguro, eh.
Vaya y pregúnteles, déle, anímese. Pero no mande a su servidumbre: vaya usted. Demuéstrenos a todos los argentinos para los que dice gobernar, los que la votaron y los que no, que usted es la líder que pretende ser.

Y demuéstrelo con hechos, no repitiendo los discursos de Eva Perón. Ya estamos hartos de discursos. Y de ésos, más todavía.

Johann Tenorio

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