miércoles, 2 de abril de 2008

Más de lo mismo

Tres discursos presidenciales en una semana, cuando en cuatro años y cuatro meses de gobierno kirchnerista casi ni se había relizado una conferencia de prensa. Tres discursos presidenciales que fueron transmitidos (y repetidos) en dúplex por el mismo multimedios que, durante el último de dichos discursos, fue caracterizado como "golpista". Y sin cortes publicitarios. Vaya paradoja.

Y en los tres discursos, sólo más de lo mismo. Más lucha de clases, más provocación de barricada, más antinomia, más "enemigos del pueblo". Y menos tolerancia. Y menos convocatoria a un diálogo real y abierto sobre temas de fondo. Y menos autocrítica. Y menos llamado a la unidad.

Bueno, sigamos en el tono que prefiere el gobierno. Si les gusta repartir críticas a todo aquél que no comparta sus opiniones, desde aquí les mando algunas de mis críticas, pero a modo de preguntas, ya que este gobierno parece estar lleno de respuestas.

¿Por qué los cacerolazos del 2001 eran menos golpistas que los de ahora (de hecho, desembocaron en la caída de un gobierno elegido por el pueblo en elecciones libres)? ¿Nada más que por el hecho que el justicialismo, por entonces oposición, estaba de acuerdo con aquellos?

¿Dónde estaba el matrimonio presidencial cuando Cavallo y sus amigos de fondos golondrinas le dispararon el dólar a la estratósfera al gobierno de aquel entonces? ¿En un monasterio tibetano? ¿Eso no puede considerarse "golpe de estado económico"?

¿Dónde estaba la actual presidenta cuando Menem (hasta donde yo sé, aún es afiliado al partido que hoy gobierna el país) dejó millones de personas en la calle?

¿Qué diarios leía Cris, la misma que dice que "nunca había visto tantos ataques en tan poco tiempo a un gobierno surgido del voto popular", cuando la CGT peronista decretaba, en menos de cuatro meses de gobierno, el primero de los 13 paros generales que le asestó a un presidente que había obtenido el 52% de los votos en 1983?

¿Por qué tengo que creer que Ginés González García, funcionario de la última dictadura militar, se volvió democrático de golpe para integrar el gabinete del presidente que tanto dijo defender los derechos humanos? ¿Por qué tengo que creer que Aníbal Fernández, superintendente de seguros del gobierno de Menem y partícipe necesario de la quiebra fraudulenta de las dos principales aseguradoras de aquel entonces (Omega y Lua), dejando a miles de trabajadores del seguro en la calle, hoy se preocupa por el bienestar de los argentinos?

¿Por qué me tengo que tragar que un propulsor del odio de clases como Luis D'elía se siente al lado de quien gobierna mi país y lo representa en el exterior? ¿Y por qué me tengo que tragar que el "gorila" y el "golpista" sea el chacarero que tiene todo su capital invertido en la tierra que trabaja de sol a sol?

¿Desde cuándo el Gobierno es la Nación, y desde cuándo los que disienten con el Gobierno son los enemigos de la Nación? ¿Por qué no se puede tener una opinión diferente sin ser tildado como ideólogo del golpe de estado? ¿Eso es democrático?

¿Por qué después de 9 años de justicialismo del 46 al 55, 3 años del 73 al 76, 10 años del 89 al 99, y 6 años y chirolas del 2001 al presente, sigue habiendo tanta pobreza y analfabetismo en la Argentina, siendo que el justicialismo tanto dice hacer por los pobres? ¿O es que acaso (quero creer que no es así) al justicialismo le conviene que haya pobres, que se pueden comprar por un choripán y un vaso de vino berreta en lugar de ejecutar costosas políticas de redistribución, educación, salud y seguridad? Y hablando de esto último, ¿por qué si en las estadísticas oficiales hay cada vez menos pobres, hay cada vez más delincuencia?

Quiero detenerme aquí (si quieren leer más preguntas, pero formuladas por alguien que realmente la tiene clara, lean este artículo de Jorge Lanata) porque, si bien no me simpatiza el justicialismo -no hace falta que lo aclare-, tampoco veo en otros partidos opciones concretas de recambio. Y como no soy golpista, por más que al oficialismo le encantaría creer que sí lo soy, prefiero mantenerme lo más lejos posible de intervenciones militares, que ya sabemos en qué desembocan (además de que gobernando son aún más corruptos e incapaces que los civiles a los que voltean). Y les juro que además, me muero de ganas de encontrar, en la era K, un aspecto positivo, que sea realmente efectivo y no efectista como los juicios a los genocidas del último proceso militar. Podría invocar en su favor, la reestatización de algunos servicios públicos cuyas concesiones eran ya demasiado impresentables (agua, trenes). Y no mucho más. El dólar a 3 pesos no es un invento del kirchnerismo, y el crecimiento posterior fue una simple consecuencia de ese tipo de cambio, por lo cual el hecho de que este gobierno esté atribuyéndose el mérito exclusivo del crecimiento es una enorme falacia que ni el más inocente sería capaz de creer.

Vamos a ver. El discurso de los dirigentes ruralistas de hace un rato me da una luz de esperanza, no porque crea en ellos ni porque el discurso en sí haya sido bueno, sino porque entre los asistentes observé una actitud distinta, que no puedo describir muy bien porque ni yo mismo sé de qué se trataba. Pero intuyo que tiene que ver con una cierta maduración intelectual del pueblo argentino, algo que todavía no está del todo generalizado pero que está creciendo muy de a poco.
Y por otra parte, escuché hablar de ciertas encuestas (habrá que ver si son confiables) que indicaban que la protesta ruralista, aún teniendo en cuenta el desabastecimiento de productos básicos que produjo en los centros urbanos, contaría con una aprobación de un 70% de los encuestados. Teniendo en cuenta los resultados de las últimas elecciones presidenciales, y restando de ese 70% los porcentajes obtenidos por la oposición en su conjunto, todavía nos quedaría una cantidad muy pero muy importante de ciudadanos que, habiendo votado al oficialismo, hoy apoya el reclamo agrario. Y eso implica, fuera de todo cuestionamiento, que se trata de gente que no se casó con lo que votó, sino que es capaz de escuchar las dos campanas y analizar los dos discursos, y de ser necesario, de cambiar honestamente de opinión. Y eso vale muchísimo para una sociedad que está tratando, a los tumbos y a los golpes, de ser democrática.

Ojalá que sea así,

Johann Tenorio

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